sábado, 12 de marzo de 2011

PERSONAS, PERSONAS, PERSONAS

La publicidad es uno de los mejores medios para conocer la sociedad en la que uno vive, y más concretamente, la forma de pensar, los deseos, aspiraciones y fobias de sus habitantes. Basta para ello con reconstruir las ideas de los creativos que les han dado forma. Y, un paso más allá, las encuestas y estudios de mercado y todo tipo de esforzados trabajos (en los que no se olvide que se invierte muchísimo dinero) en que aquéllos se basan para acertar con sus reclamos.

Así por ejemplo, últimamente me ha llamado la atención el parecido entre los lemas utilizados por dos empresas: Endesa (“Luz, gas, personas”, ignoro si José María Aznar ha tenido algo que ver) y Mapfre (“Personas que se ocupan de personas”). Ambos un poco sonrojantes, no sé qué les parecerá a ustedes. El razonamiento sería el siguiente: “la gente piensa que las grandes empresas están gobernadas por un conjunto de poderosos ladrones sin escrúpulos para los que yo no significo nada, no soy nada más que una víctima a la que sacarle el dinero, no desde luego una persona”. Para contrarrestar esta idea que desde luego todos tenemos (por mi parte lo confirmo), al menos en alguna medida, por lo visto vale con emplear lemas tan infantiles y simplones como los mencionados (deben pensar que somos una sociedad infantil; y por mi parte esto también lo confirmo: somos infantiles o, aún peor, adolescentes). Y si se utilizan, no nos engañemos, es porque son efectivos, se destina muchísimo dinero a la publicidad y no se deja nada al azar o a la simple ocurrencia de un iluminado.

Por cierto, esto del uso de la palabra “personas” me recuerda a Mariano Rajoy: no sé si se dieron cuenta pero en las pasadas elecciones el candidato popular utilizaba a menudo esta palabra. También sus asesores llegaron a conclusiones parecidas a los de Mapfre y Endesa.

Esta idea de que basta una campaña de publicidad para contrarrestar la dañada imagen de una empresa o una institución (imagen que es consecuencia de hechos), me recuerda también a otro referente del PP, Esperanza Aguirre, que tanto dinero gasta en publicidad de todos los servicios que la Comunidad ofrece, y de los que los madrileños hacemos uso no por los anuncios, evidentemente, sino porque no tenemos más remedio: hospitales, medios de transporte, institutos…. En fin, la cuestión es que debe bastar una campaña hueca como la de “Respeta a tus profesores” para que mucha gente piense a continuación: “Para que luego digan que Esperanza no se preocupa de la Educación pública; ahí está la prueba”. Como seguramente bastan los hospitales semivacíos para refutar la idea de que la Sanidad está mal (por mucho que luego haya listas de espera de meses y años).

La conclusión es evidente: como no tenemos tiempo para reflexionar, ni hábito ni siquiera capacidad, ni conocemos nada de lo que verdaderamente sucede en el mundo que nos rodea (bien podríamos denominar a esta época la de la desinformación), la imagen que nos creamos de las cosas se construye a base de apariencias superficiales, meros espejismos, una cosa que hemos oído aquí o allá y que desde luego no tenemos tiempo ni ganas ni manera de saber si es verdad. Así sí que uno puede llegar a creer que una determinada marca de coche va a hacer que tu vida deje de ser mediocre e insulsa, que incluso Telefónica tiene a sus clientes por personas (a pesar de lo que parezca indicar su servicio de atención al cliente, que tal vez pronto se empiece a llamar: “de atención a las personas”), o que las empresas de energía nos ayudan efectivamente a construir un mundo mejor, a imaginar un mundo sostenible y ecológico, a nosotros, que contaminamos tanto. Qué guarros somos. ¡Ah!, y que tenemos mucha suerte de vivir en la Comunidad de Madrid. Ya lo creo que sí. Y la seguiremos teniendo.

sábado, 5 de marzo de 2011

UN BUEN NEGOCIO,O EL "ESTADO DEL MALESTAR"


Cuando hace algún tiempo (va ya para varios años) empezó la crisis que a día de hoy (y quién sabe cuándo y cómo terminará) aún vivimos, todos recordamos cómo se dijo una y mil veces que era el momento idóneo para refundar el capitalismo. Que el capitalismo había fracasado por el exceso de codicia de los más poderosos, que había que poner límites al neoliberalismo salvaje. Leíamos o escuchábamos estas cosas no de blogeros radicales ni de sindicalistas, de punkis, okupas, ni siquiera de miembros de IU o Greenpeace (que supongo que también), sino de la boca o la pluma de prestigiosos analistas y de los más engolados nombres del star sistem periodístico. Y unos cuantos gilipollas nos debimos creer que, en fin, podía ser verdad eso de que se iba a reformar el sistema, que se iban a poner reglas al mercado, introduciendo un poco de ética y de justicia en ese mundo salvaje, brutal, de tiburones sin escrúpulos.

Algún tiempo después, ahí están los resultados. Los que nos creímos esos cantos de sirena hemos hecho el más absoluto de los ridículos. No solo no se ha reformado el sistema, no solo no nos hemos llevado por delante a todos esos ladrones de frac, sino que encima les hemos inyectados miles de millones de los contribuyentes, directamente para sus bolsillos , y sin sonrojo de nadie, se ha aprobado una reforma laboral que liberaliza de facto el despido, se han recortado toda clase de prestaciones sociales, como los 2.500 euros del chequé-bebé, lo que nos devuelve al tercer mundo en lo que a ayudas a la natalidad se refiere, se ha reducido el sueldo de los funcionarios, como el de prácticamente todos los trabajadores del sector privado, excepción hecha, claro está, de los grandes directivos, y se han tomado una serie de medidas económicas que han tenido como consecuencia reducir el consumo y aumentar el número de parados. Es decir, prolongar la crisis. Está claro que para algunos no es un mal negocio, luego, ¿por qué tendría que acabar alguna vez? A todo esto, se atisban en el horizontes nuevas reformas que seguirán minando la Sanidad y la Educación Pública (Rajoy ya ha anunciado algunas), privatizaciones que terminarán con el expolio de lo público (con lo público susceptible de negocio, como es el caso del Canal de Isabel II en Madrid, o véase también AENA), y recortes todavía más duros que acaben con las ruinas que todavía quedan visibles de lo que en otro tiempo fue el Estado del Bienestar (que a estas alturas ya deberíamos rebautizar como Estado del Malestar).

Qué gilipollas fuimos. En resumen, la crisis ha sido un magnífico negocio para los poderosos, que no han hecho sino aumentar los beneficios. Solo unos años antes, la guerra de Irak demostraba cómo la mayor democracia del mundo podía ser secuestrada por una serie de empresas multinacionales. Si eso era posible, ¿qué no lo era? Algo debió intuir entonces la población mundial porque, por vez primera en la historia, el planeta entero se echó a la calle. Pero no sirvió de nada. Desde entonces, parece que paso a paso, cada día llegan un poco más lejos, y por ahora esto no parece tener límite. No hay apenas respuesta de los trabajadores. Se habla de una revolución en Islandia (la gente ha nacionalizado la Banca y ha reformado la Constitución), de que algo pasa en Wisconsin (cientos de estudiantes de secundaria han ocupado el edificio gubernamental del Capitolio), pero no se puede saber mucho de estos asuntos porque los medios no informan sobre ellos.

Lógicamente, llegarán hasta donde puedan, es decir, hasta donde les dejemos. Creo que es el momento de que, con las democracias secuestradas por las multinacionales y los banqueros, el pueblo vuelva a hacerse con el poder para reconstruir una democracia verdadera.